Aprender

APRENDER PARA CAMBIAR

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ACTÚAS COMO  HAS APRENDIDO

Actúas como has aprendido, bien puede ser una reformulación del legado que nos dejó Ortega y Gasset en su “Yo soy Yo y mis circunstancias”. 

Resulta complicado para todos abstraernos de nuestras circunstancias, de nuestra historia.

El investigador Ranulfo Romo, incide en ello y va un paso más allá al afirmar que somos títeres de nuestras neuronas, o lo que es lo mismo, funcionamos de acuerdo a como han ido nuestras neuronas aprendiendo a integrar la información a lo largo y ancho de nuestra vida.

No podemos estar más de acuerdo con todo ello, y quizás por deformación o por formación profesional, plantearlo a través a través de preguntas nos parece más sugerente: ¿Si hubiera vivido en circunstancias distintas, me comportaría como lo hago?, ¿valoraría del mismo modo las mismas cosas?, ¿me gustaría lo mismo?, ¿reaccionaría igual a las mismas cosas?, y así un largo etcétera de preguntas.

Antes de seguir, queremos resaltar un detalle porque encierra un aspecto clave y podría pasar fácilmente desapercibido. Intencionadamente decimos “actúas como has aprendido” y no “eres como has aprendido”. ¿Porqué?. Porque es el resultado de un continuo de proceso de aprendizaje, de una continua interacción entre un organismo diseñado para aprender y adaptarse y el contexto donde debe hacerlo, lo que nos configura tal y como nos conocemos ahora, y del mismo modo, podemos seguir aprendiendo y reaprender, lo cual nos permitirá modificar nuestra forma de actuar, nuestra forma de estar, e incluso nuestra forma de sentir.

¿DETERMINADOS POR EL PASADO?.

Empecemos directamente por una respuesta contundente a esa pregunta: NO.

Y ahora maticemos la respuesta, aunque realmente deberíamos mejor matizar la pregunta, que es dónde está la trampa. Si la pregunta fuera, ¿estamos condicionados, influíos, por el pasado?, la respuesta sería bien distinta: SI.

Recientes investigaciones en el ámbito de la neurociencia, de la neuropsicología, han puesto en entredicho eso que tanto le gusta al ser humano, el libre albedrío, la libertad de acción, de manera que parece más una impresión que una realidad.

¿Somos libres cuando decidimos?

Podrá parecer que así es, sin embargo nuestro cerebro decide antes de que seamos conscientes de que ha tomado la decisión. Dicho de otro modo, todo acto consciente se inicia de forma inconsciente. 

Por lo tanto todo apunta a que todas nuestras acciones “voluntarias”, incluidas las mentales, se inician de manera involuntaria.

Esto no significa ni más ni menos que cuando la información pasa los filtros y nos damos cuenta de ella, somos consciente de ella, ya ha sido procesada y la acción está en marcha.

Y aquí es donde entra lo que mencionábamos antes, ese procesamiento de la información, de los datos, se hace tal y como hemos aprendido a hacerlo.

En este punto, dejamos unas preguntas para la reflexión, ¿por qué hablamos, nos comunicamos, en el idioma que lo hacemos?, ¿todas la palabras que vamos decir son elegidas “conscientemente”?, ¿que pasa con lo lapsus linguae”, ¿porque no accedemos a palabras que queremos decir, no “vienen”?…

Detrás de todo ello hay un largo y complejo proceso de aprendizaje.

Pero como señalamos más arriba, no estamos determinados, tan solo condicionados, podemos cambiar, podemos incorporar nuevas manera de hacer y de pensar, podemos parar una inercia.

PODEMOS CAMBIAR. HAY ESPERANZA

Podemos cambiar porque no hemos perdido la capacidad de aprender.

Por una parte, contamos con evidencia derivada de múltiples investigaciones en la neurociencia que ponen de relieve que disponemos de esa ventana de tiempo que nos permite  poner freno a esas acciones “voluntarias”.

Benjamín Libet, neurólogo norteamericano, expone que disponemos de unos 200 milisegundos en los que se dispara una actividad que informa a los circuitos de la consciencia, de manera que nos permite identificar esas acciones voluntarias y revisar sus consecuencia la manera que podemos reafirmarlas o frenarlas.  Es decir, podemos “libremente” tomar decisiones.

Esto deja abierta una línea de trabajo e investigación muy prometedora, que permita evidenciar si, como todo apunta a ello, las personas con dificultades y déficit en el control de impulsos, tienen una disfunción en ese proceso que hemos definido como “ventana de tiempo” y que también podríamos llamar “ventana de oportunidad”.

CONCLUSIONES PRÁCTICAS

Centrados en el reto de muchos de nosotros: cambiar, dejar de sentirnos mal, comportarnos de otro modo (más asertivamente, con más calma,…), ¿qué podemos sacar en claro de lo expuesto?

Parece que la primera clave la encontramos en la necesidad de aceptarnos tal y como hemos aprendido a funcionar, a comportarnos. No podemos evitarlo, por lo que si nos empeñamos en ello, solo obtendremos frustración y nos alejará de nuestro objetivo de cambiar. Mientras aprendemos y no, démonos derecho a tener nuestra manera de actuar, nuestras dificultades.

La segunda clave, está en aprovechar esa ventana de tiempo que tenemos para identificar nuestros automatismos. Incluso podemos hacerlo a posteriori, hacer explícito aquello que nos llevó a reaccionar como lo hicimos

La tercera clave la encontramos en poner a funcionar nuestro cerebro para encontrar modos alternativos de interpretar una situación, nuevos enfoques, distintas opciones de respuesta, de manera que nos permita APRENDER  reaccionar y comportarnos de otro modo.

Un cuarto punto clave es repetir ese proceso sistemáticamente. El cerebro aprende por asociación y por consecuencias. En la medida en que reiteremos en modos distintos de actuar, se irá consolidando y se instalará como un nuevo aprendizaje y entrará a formar parte de nuestro repertorio de recursos.

Como gran conclusión, podemos sugerir: nunca dejes de aprender. Para ello, es importante no perder la curiosidad. Miremos a nuestro cerebro con curiosidad, para observar como y porque funciona como lo hace. Desde ahí es mucho lo que podemos descubrir y aprender.

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