La Envidia: Humana y Universal
La envidia es un sentimiento tan antiguo como la humanidad misma.
Rios de tinta se han escrito sobre la envidia. Desde Aristóteles definiéndola como el dolor provocado por “aquellos que tienen lo que nosotros debemos tener”, a Bertrand Russell que señaló la envidia como una de las razones más destacables de la infelicidad, pasando por la consideración de la envidia como unos de los 7 pecados capitales, lo cual la coloca como pecado, oséase algo “malo” a erradicar.
Como no podía ser de otro modo, la envidia ha sido y es objeto de estudio e investigación de la psicología, que es desde donde vamos a tratarla, aunque es importante reseñar que también la antropología, la etología y la filosofía se han ocupado de ella. No es para menos, el asunto es apasionante.
Todos experimentamos envidia, no puede ser de otro modo en una especie totalmente gregaria, social, como lo es el ser humano. Los humanos no podemos desarrollarnos sin el otro, al menos, no podemos desarrollarnos humanamente. Los niños ferales, y el estudio de sus características, son la mejor prueba de ello. El caso del niño salvaje de Aveyron, es uno de lo más conocidos. Francoise Truffaut hizo una maravillosa película que animamos desde aquí a ver, “El pequeño salvaje”.
Pero no solo los humanos experimentamos envidia, diversas investigaciones han puesto de manifiesto que los primates también expresan envidia, y parece que no solo los primates.
Todo esto no invita a creer que si lo anterior es así, será por algo, alguna función tendrá la envidia.
Por lo tanto, no te molestes en tratar de indagar si tienes envidia o no; la tienes. La cuestión es más bien de intensidad y por lo tanto de condicionamiento, en el sentido de si la envidia es tan intensa que condiciona tus decisiones, sus objetivos e incluso dirige tus deseos.
Allá vamos y como siempre, lo primero es definir, ¿qué es realmente la envidia? Desde ahí abordaremos ¿por qué está tan presente en nuestras vidas?
¿Qué es la Envidia?
Se puede definir la envidia como un sentimiento de descontento, malestar o resentimiento hacia
las cualidades, logros o posesiones de otra persona.
Con el objetivo de plantear una descripción de mayor “rigor” y procurar ser los más concretos posibles, vamos a definir o mejor dicho, describir la envía como:
Preferir No tener algo (una propiedad, una cualidad, un resultado, etcétera) y que el otro tampoco lo tenga, a que el otro tenga algo que Yo no tengo. Es decir, Preferir la 4ª opción a la 2ª en la matriz que te aparece abajo.
Si bien no lo podemos plantear como un Teorema, como señaló Robert Nozick, hay personas envidiosas que no son celosas, pero a la inversa, toda persona celosa será envidiosa, o al menos sería un caso muy, pero que muy extraño.
Pero centrémonos de nuevo en la envidia. No deja de producir “extrañeza” cuestionarse por qué muchas personas prefieren que otros no tengan, si ellos no tienen, o planteado a la inversa, que lleguen a preferir no tener y que el otro tampoco tenga. ¿Por qué?, ¿Por qué no alegrarse de la “buena suerte” o de los éxitos del otro?, ¿Por qué esa reacción?, ¿qué más le da?, ¿por qué no reaccionar con indiferencia? Al fin y al cabo, que el otro tenga o no nada cambia su situación, ¿o acaso si?
Responder a estas preguntas abre el siguiente punto crucial.
¿Porqué la envidia?. Raíces de la Envidia
La mala prensa de la envidia, normalmente deja de lado un aspecto que la hace adaptativa, y que entenderlo no ayudará a no convivir con una envidia insana. Del mismo modo que por un principio de economía de esfuerzo todo organismo tiende a la pereza y trabajar sobre ella es lo que permitirá que la pereza no gobierne nuestras vidas.
Al estudiar la envidia, desde el conocimiento evolutivo y por lo tanto funcional, de que todo comportamiento y toda emoción está presente porque cumple una función, la pregunta es, ¿qué función puede cumplir la envidia?
Los conceptos de autoestima/autoconcepto y el proceso de comparación, aparecen como muy relevantes. Veamos.
Muy probablemente muchos de lo que estéis leyendo esto habréis escuchado o habréis planteado preguntas y/o afirmaciones que más o menos suenan así:
¿Por qué no te comparas con los que tienen o han logrado menos que tú?
Valora lo que tienes, céntrate en tus propios logros y no te compares.
¿Cómo te dejas valorar por lo que otros tengan o hagan?,…
La/las respuestas a estas cuestiones esta relacionada con el hecho de que no existe ningún parámetro objetivo de lo que está “bien”, si no es por referencia, comparación, a como lo está en a otros.
Pongamos un ejemplo. En una determinada comunidad, muy aficionada al atletismo y donde es muy valorado que las personas corran, la mayoría de la gente corre los 100 metros lisos en 16 segundos. Hay una persona que los recorre en 13 segundos. Esa persona tendrá el convencimiento de que es muy bueno corriendo y que es el mejor, y por lo tanto muy valorado en su comunidad. Un día les visita Usain Bolt. ¿Seguirá valorándolo del mismo modo?
Las personas diferimos en muchos atributos, cualidades, pertenencias,…, dimensiones todas ellas en las que nos encontramos en diferentes puntos dentro de una escala. Esas dimensiones tiene diferentes valoraciones, considerándose unas más valiosas que otras en distintos entornos, culturas, por lo que se evalúan, valoran, de distinto modo.
Un ejemplo de lo que acabamos de exponer, lo encontramos en nuestro entorno, donde saber escribir o leer, actualmente no parecen dimensiones que se valoren como características diferenciadoras. Se ha convertido en un mínimo que “todos” tienen (muy afortunadamente). Esto mismo, no es así en otros muchos contextos
Cuando todos o una inmensa mayoría tienen o comparten alguna característica o posesión, esa característica o posesión ya no funciona como base diferenciada para valorarse, para la autoestima (uno de nuestros muchos sesgos cognitivos). La autoestima tiende a centrarse en las característica diferenciadas. Aquello que me “auto” coloca en una “posición de valor”. ¿Cuántos de los que estáis leyendo esto en los últimos años habéis destacado saber leer y escribir como aspectos relevantes de vuestra persona?
La riqueza, el dinero, las posesiones,…, podrían no ser un atributos de valor. Si así fuera, indudablemente habría personas ricas y personas pobres, pero eso no impactaría necesariamente en la autoestima, en el valor percibido de las personas. Que esos atributos, se consideren muy importantes, altamente valorables, y que no los tengan todos, es lo que determina que la persona pobre pase a considerarse una pobre persona, o al menos en un número muy elevado de ellas.
Cada uno hemos aprendido a tener evaluaciones individuales diferentes, con perfiles valorativos distintos que nos llevan a atribuir valor de manera distinta.
Hasta aquí bien, pero ¿por qué eso es así?, ¿por qué no nos sentimos bien con lo que tenemos y que es bueno, si alguien tiene más o mejor que nosotros?
Así, la envidia puede ser una manifestación de inseguridades personales. Cuando no estamos satisfechos con nuestras propias vidas o logros, es más probable que sintamos envidia hacia aquellos que parecen tener lo que deseamos o mejor dicho, creemos que debemos tener para sentirnos mejor.
La percepción de mayor vulnerabilidad, de poder estar en peor situación que el otro, parece el motor de esa tendencia a percibir de ese modo y realizar esas comparaciones valorativas. Relacionado con esto, el concepto de injusticia y promover la cooperación, son las funciones que parecen estar detrás de la envidia.
De Waal y Brosnan, realizaron un interesante experimento con monos capuchinos. Dos monos recibían la misma recompensa por realizar una determinada acción (un trozo de pepino). Al principio todo bien, y ambos monitos contentos y satisfechos con su trozo de pepino (la recompensa). El problema vino cuando a uno de ellos se le empezó a dar una recompensa más desea y apetecible (uvas), por hacer los mismo. A partir de ese momento el otro mono empezó a rechazar el pepino. Está claro que se había enfadado, percibió un trato injusto que le deja en una peor condición percibida. ¿Que injusto no? Parece que había una situación que le dejaban mal parado y que había que revertir.
En definitiva, parece que la envidia en su esencia promueve la cooperación en pro de minimizar los desequilibrios. Evidentemente, como se gestione, es la clave.
Consecuencias de la Envidia
Como ya hemos comentado, las consecuencias van a depender de la intensidad. La reacción automática de envidia probablemente es inevitable, siendo la cuestión relevante, la intensidad de esa reacción y la capacidad de gestionarla.
La envidia puede tener consecuencias tanto personales como sociales. A nivel individual, puede llevar a una profunda insatisfacción con uno mismo y la vida en general. Este sentimiento puede resultar en ansiedad, depresión y un sentimiento de vacío.
Además, la envidia puede afectar nuestras relaciones interpersonales. Puede generar rivalidades, resentimientos e incluso romper lazos de amistad.
A nivel social, la envidia puede perpetuar la competencia poco saludable y crear divisiones entre individuos o grupos. En lugar de fomentar el apoyo mutuo, puede alimentarse un clima de desconfianza y confrontación.
Trabajando la Envidia
A pesar de sus connotaciones negativas, es posible aprender de la envidia y sobre todo, trabajarla. Aquí hay algunas estrategias para transformar este sentimiento en algo constructivo:
Reconocer el Sentimiento: El primer paso es aceptar que sientes envidia. En lugar de tratar de ocultarlo o negarlo, reconocer la emoción es lo que permitirá y ayudará a entender su origen y por lo tanto abordarlo
2. Reflexionar sobre las Causas: Pregúntate qué aspectos de la vida del otro realmente te afectan. ¿Es su éxito profesional? ¿Su vida personal? Entender lo que te molesta puede brindarte claridad sobre tus propios deseos y necesidades.
3. Incrementa el Foco: Focalizarse y “sobrevalorar” una o dos cualidades, dimensiones (dinero, físico, trabajo,…) limita muchísimo la capacidad de analizarse. Son muchos los atributos, cualidades, características que forman parte de nuestra persona.
Revisar e investigar qué valoran y cómo lo valoran otras personas distintas de las que me rodean, o entre las que me rodean, nos ayudarán a ampliar a foco de análisis y ello redundará en experimentar menor envidia y lo que es más importante, a mejorar el concepto que tengo de mi.
4. Establece Metas Personales: Si la envidia surge de la percepción de que otros están logrando lo que tú deseas, establece metas claras para ti mismo. ¿En qué quiero mejorar?, lo cual implica que puedo hacerlo.
5. Enfócate en lo que tienes y en tus propios logros puede reducir los sentimientos de envidia. Mantener un diario de gratitud, donde anotes lo que valoras en tu vida, puede cambiar tu perspectiva.
Conclusión
La envidia es una emoción humana normal que, aunque difícil de manejar, puede ser una oportunidad para el crecimiento personal. No luches contra la envidia, mejor trabaja desde ella.
En lugar de dejar que la envidia te consuma, utiliza este sentimiento como un catalizador para mejorar tu vida y alcanzar tus metas.
Recuerda que cada persona tiene su propio camino y sus propias luchas. Los otros también, no tenemos la exclusiva. Quien sabe, puede que a quien tú envidias por que consideras que tú deberías tener su trabajo, o su casa, o su coche, te envidie a ti por tener tus amigos, tu pasión por escalar, etc, etc,…
Los demás están ahí, y su referencia puede ser un buen acicate para mejorar aquello que consideremos, no son el enemigo, simplemente, están ahí.