EN UN MUNDO DONDE TRIUNFA LA MEDIOCRIDAD

Las personas inteligentes pueden ser más vulnerables

 

Somos conscientes aquí de que estamos hablando en general de Inteligencia, cuando en la persona se aúnan múltiples inteligencias. Nos referimos aquí a todas ellas, porque todas aúnan un común denominador, “la capacidad de identificar más elementos del entorno, analizarlos  y crear alternativas”

Esa mayor capacidad de ser más perceptiv@s, analític@s, de ser más reflexiv@s y meticulos@s, las hace más dubitativas y eso puede derivar en mostrarse más inseguras en su cotidianidad.

 Al fin y al cabo, las personas inteligentes, saben que la Verdades absolutas no existen y eso, probablemente eso, las lleve a actuar con mayor humildad, y eso, en un mundo como el actual, se asocia a vulnerabilidad, a inseguridad.

Y claro, por la otra parte, tenemos la arrogancia de la ignorancia,  que se caracteriza por la sobrevaloración personal y que se relaciona con aquello de que «no hay felicidad más profunda que aquella que procede de la ignorancia».

Y hay una pregunta interesante y que se nos hace necesario compartir :

¿Por qué la estupidez ha alcanzado cuotas tan elevadas de poder en nuestra sociedad?, la respuesta podemos intuirla  de las palabras de  Bertrand Russell, matemático y filósofo, o filósofo y matemático, que “el problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes llenos de dudas”, y lleno de esa “seguridad”,   se llena de orgullo, presuntuosidad y arrogancia

“La inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar” -Immanuel Kant-

Así, los necios suelen mostrar una elevada seguridad, actúan con más vehemencia, son más «ruidos@s» y tienen la capacidad de influenciar a los demás por este tipo de rasgos.

Ante esto, Las personas inteligentes, como tales, suelen hacer menos ruido, piensan antes de hablar, de crear, se sugerir, hacen más y mejor uso de la reflexión y de la discreción personal, cuidan más lo que hacen y dicen,…y claro, todo esto es menos impactante!!!!!”.

Las personas inteligentes son más tendentes a infravalorarse.

Hay dos cosas infinitas: el Universo y la Estupidez Humana. Y del Universo no estoy seguro” -ALBERT EINSTEIN

Sobra decir, que no es una máxima, es una tendencia. Quienes hemos dedicado nuestra vida a la clínica y al desarrollo de personas en las organizaciones, hemos observado incesantemente, personas brillantes, muy inteligentes,  con depresiones, cuadros de ansiedad, trastornos de alimentación, y un largo etcétera.

Aún más, vivimos en un mundo donde la inseguridad sigue viéndose como una característica negativa.

Por otra parte, convivimos con un concepto algo erróneo sobre las personas inteligentes y, más intenso, con aquellas personas especialmente inteligentes,  con cocientes intelectuales significativamente altos.  Los percibimos  como personas muy competentes, capaces de tomar siempre las decisiones acertadas, muy efectivos en sus tareas, responsabilidades y retos diarios. Y que duda cabe que así es, lo que ocurre es que esa tendencia a infravalorarse (no olvidemos, como ya hemos comentado, que  tiene un  elevado estándar y un enorme capacidad e reflexión y autocrítica), funciona como una barrera a veces complicada de saltar y muy limitante.

Es más, las personas inteligentes son más propensas a sufrir ansiedad social, y con más dificultades para sentirse completamente integrados en un contexto determinado: escuela, universidad, trabajo…

No es de extrañar por lo tanto, que sean la mayor “población de riesgo”, para sufrir el denominado  Síndrome del Impostor. Este síndrome fue  descrito por primera vez en 1978 por la doctora Pauline Clance tras sus observaciones en un contexto clínico.

Los que lo padecen, sienten que son un fraude, que no se merecen los logros o puestos que ocupan. Angustia, depresión y comportamientos inadaptados son algunas de las consecuencias y síntomas que suele acarrear.

Si bien parece que afecta al 70% de las personas en algún momento de sus vidas, reseña la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) que alude a estudios como The Impostor Phonomenon, publicado en el International Journal of Behavorial Science, lo más relevante es que «se da sobre todo en personas con alto rendimiento», como explica Marta Calderero, profesora de Psicología y Ciencias de la la citada universidad catalana.“A pesar de las  múltiples pruebas de su valía, a la persona le invaden sentimientos de incompetencia e inseguridad”.

Como venimos diciendo, es un síndrome donde la persona minimiza sus logros y capacidades personales y mina poco a poco su autoestima y auto-confianza.

Y Recordemos, no es una regla y por lo tanto no podemos generalizar, indudablemente habrá personas (esperamos que cada vez más) con un alto CI con una gran seguridad y un éxito que habrán conseguido con aplomo, constancia y eficacia psicológica. Pero  es un patrón muy común: la gente inteligente, brillante suele tener una percepción más profunda de la realidad, una realidad cada día más compleja, que no siempre les resulta fácil de asimilar, ni agradable ni aún menos confiable.

Son personas con una mayor tendencia a percibirse como figuras «extrañas», y ajenas a esos entornos.

¡¡cuántas personas brillantes han sido catalogadas como l@s rar@s!!, ¡¡cuántas!!

Y hay una pregunta adicional interesante.

 ¿Realmente la inseguridad es algo tan «negativo»?

 La seguridad personal atrae y nos inspira. Parece que nos gustan las personas capaces de decidir rápido, (que no es lo mismo que adecuadamente), de mostrar aplomo y una rauda capacidad de reacción en cada circunstancia.

 

¿Es realmente tan deseable estar siempre tan «seguros» de nosotros mismos?

 

Un depende, un si pero no, es la respuesta. La virtud está en el medio.

 

Dean Burnett, en su libro  «El cerebro idiota».  nos explica que por lo general, la gente más ingenua o «estúpida» es la que suele mostrar mayor nivel de seguridad personal. Son perfiles con menos probabilidad de reconocer cuando algo está mal o de aplicar un pensamiento analítico y reflexivo para valorar, previamente, el efecto de ciertas decisiones, acciones o comentarios.

 

Lo realmente preocupante es que «la personalidad idiota» suele tener mayor éxito social. Directivos, altos funcionarios o políticos que muestran vehemencia, seguridad y firmeza en sus decisiones suelen “representar” lo que muchos consideran como “capacidad de liderazgo“, al menos en su acepción “popular”. Asumir esto es un auténtico peligro, porque a veces ponemos nuestro futuro en manos de personas incapaces de valorar las consecuencias de sus actos.

 

Pero afortunadamente, no todo es negativo, y la buena noticia es que existe La Inseguridad productiva

 

La inseguridad que no nos lleve a la parálisis por análisis, la inseguridad que aprende a meter en las ecuaciones reflexivas, la variable del riesgo

 

Así, si además de:

 

  • Analizar en exceso con mucho detalle, cada hecho, acontecimiento, palabra dicha, gesto o actitud.
  • Tender a ser personas muy lógicas y necesitan que “todo encaje”, que todo tenga sentido.
  • Tener pensamiento «arborescente, pasar de una idea a otra y luego a otra más,

 

En la ecuación incluyen:

 

Existe la incertidumbre y el error, y la imperfección y no es algo “malo”, Acéptala y manéjala.

 

Entonces, serán personas inteligentes, muy inteligentes, como lo son, que se han hecho todavía más inteligentes, porque ahora tiene una clave esencial, para manejar sus emociones.

Y solo deseamos que eso ocurra diariamente y con mucha frecuencia, porque cada día les necesitamos más. Hoy más que nunca os necesitamos más para derrotar al virus de la estupidez humana.