La duda y yo
La duda y yo, o yo y la duda, tanto monta, monta tanto.
Probablemente much@s de los que estáis leyendo ahora esto, os encontráis rodeados de un mar de dudas. Sin ir más lejos, y en la situación que estamos afrontando, el ya cotidiano COVID19 nos deja unas cuantas: ¿mascarilla si o no?, ¿realmente es tan grave o ya no es tan grave?, ¿deben abrirse los colegios o no deben abrirse?, ¿donde está la verdad?, ¿que debemos hacer exactamente? ¿me mienten o no me mienten?, ¿ en qué?,…y así podemos estar ad Infinitum, y no llegar a nada definitivo, como en muchas otras dudas. Todo depende de como las gestionemos.
Ríos de tinta se han escrito directa o indirectamente sobre la duda. Ya andaban los pensadores griegos a vueltas con ello, y de alguna manera pulula famosas reflexiones como por ejemplo la de un tal Descartes, que revolucionó el mundo del pensamiento “pienso, luego existo”.
Pero no vamos aquí a introducirnos en disquisiciones sobre la duda desde un punto de vista filosófico, no es el momento ni el lugar. Nos contentamos con tratar de abordar cuestiones más cotidianas que nos ayuden a sacarle el máximo provecho a nuestra capacidad de dudar.
Y por reafirmarlo desde un inicio, la duda no es el enemigo, es una gran aliada. No es malo dudar, todo lo contrario, es probablemente uno de los motores más importante para avanzar, mejorar y afrontar la vida. Cosa muy distinta es vivir instalados en una duda “crónica” que nos mantiene inmóviles y bloqueados. De esto va este blog :-).
“La duda es uno de los nombres de la inteligencia” – Jose Luis Borges
Y ¿qué es la duda?.
¿Cómo no cuestionarse qué es la duda, si estamos hablando de la duda?
Una duda es una indeterminación entre dos o más opciones, dos o más juicios/creencias/ideas. En este sentido, dudar supone experimentar una vacilación ante un hecho, una información o una creencia, una opinión.
Y en este punto. ¿Cuántos caminos hay para llegar a Roma?, ¿cuál es el mejor?…pues como diría un buen gallego, depende. ¿De qué?, de quién se lo plantee, de sus preferencias de paisaje, de sus objetivos de viaje, etc, etc,….
Cada día, tenemos más acceso a más información, vivimos rodeados de opciones, al menso aparentemente, y por lo tanto de incertidumbres. Ante esto ¿Es posible vivir sin dudar?. Rotundamente NO.
La cuestión es: ¿gestionamos bien la duda?
Antes de seguir, hay una cuestión que queremos plantear, y que suponga un alto en el camino para seguir leyendo. En el momento que nos toca vivir, donde tod@s tenemos un televisor en casa, redes sociales, …¿Se fomenta la reflexión y la duda, o se fomenta que tod@s compartamos una misma linea de pensamiento y de acción?.
Y ya que estamos, ¿cuántas certezas tenemos?
Aunque ambas preguntas parezca que no están directamente relacionadas, lo están, y mucho.
No creemos aportar nada nuevo al afirmar que al ser humano no parece gustarle mucho la incertidumbre. En la medida de lo posible procura “limitarla”, procesando y elaborando soluciones para reducir la incertidumbre. Sin embargo, por otra parte también procesa cada día más información que multiplica las posibles “incertidumbres”.
Si lo anterior lo sazonamos con el hecho de desarrollamos en una cultura donde el éxito, el perfeccionismo, el establecimiento de patrones ideales, se ha ido instaurando y consolidando como el “camino a seguir”, son muchas la posibles fuentes de incertidumbre, entorno a “lo que es correcto o incorrecto”, “lo que está bien o mal”, lo que “se debe hacer o no hacer”, etc, etc.
Como consecuencia de lo anterior, nos encontramos diariamente con personas angustiadas, paralizadas, atemorizadas por “no saber que deben hacer”. Es más, esa misión imposible, ese proceso aprendido de búsqueda “obsesiva” de la verdad, de certezas absolutas, de estar 100% seguro, está detrás de numerosos problemas y trastornos como pueden ser:
- problemas de pareja,
- trastorno obsesivo-compulsivo,
- cuadros de ansiedad generalizada,
- y un largo etcétera
Entonces, ¿cómo podemos afirmar más arriba que la Duda es buena y necesaria?. Porque eso no es dudar, es buscar CERTEZAS absolutas, en lugar de detenerse a reflexionar sobre mis opiniones, mis ideas, mis prioridades.
Así pues, La duda podríamos considerarla una actitud. La de aprender a detenerse y dejar de hacer para poder pensar. Detener el piloto automático que nos hemos ido instalando, para poner bajo sospecha si lo que estoy haciendo es lo que quiero hacer, lo que me hace feliz, lo que me hace sentir bien, lo que deseo,… Es darme una oportunidad a mi verdad, a mis verdades.
“La duda es la madre del descubrimiento” – Ambrose Bierce
En la actualidad, ese detenerse que precisa la duda no está muy bien visto. No puedes responder a alguien que te pregunta por lo que hiciste: “Pensé”. ¿Cómo que pensaste? Enseguida genera suspicacias. Porque por contraposición a la certeza, que genera seguridad, la duda denota inseguridad. Esto, que está en la condición humana como seres incompletos, vulnerables que somos, en general no tiene buena prensa. Porque tampoco se nos enseña a dudar, no se nos dice que es bueno.
Aprender de la Duda saludable.
¿Cómo distinguir la duda saludable de la que no lo es?. Muy sencillo, la duda saludable no es paralizante, nos impulsa siempre a la acción, a un cambio.
Si nos encontramos en eso que se conoce como “parálisis por análisis”, dando vueltas en círculo, sin saber que hacer, entrando en una dinámica viciosa y angustiante, en la que cuanto más vueltas le doy, más “dudas” tengo, estamos inmersos y solo esclavos de necesitar una verdad absoluta, una certeza total, saber que es lo correcto, adecuado, bueno,…y eso no existe. Eso está fuera de nosotros.
Lo único que podemos abordar, y ya con eso tenemos tod@s bastante, es tratar de detenernos y reflexionar sobre lo que yo creo que es correcto, lo que yo creo que es adecuado, lo que yo creo que es bueno, lo que yo creo que quiero.
Por lo tanto, ya tenemos una clave y una sugerencia para que la duda sea una poderosa herramienta que ayude a vivir mejor: Pongamos en tela de juicio esa necesidad de certeza, por ejemplo.
¿Necesito estar 100% segur@ para sentirme bien?
¿Necesito saber qué es lo correcto para sentirme bien?
¿Necesito saber qué va a pasar para actuar?,….
Quien sabe, puede que descubramos que nos gustaría saber todas esas cosas y más, que sería genial, pero que nos las Necesitamos. Que como seres humanos y mundanos, no podemos “SABER” las verdades absolutas (probablemente porque no existen) y tenemos que aprender a “CREER” en nuestras verdades y a cuestionarlas.
Sospecha con moderación: ten curiosidad.
Si logramos vernos como algo a investigar, si le quitamos hierro a la mala prensa de la duda, y si nos observamos con curiosidad, seguramente además de descubrir cuestiones importantes y esenciales, podamos incluso disfrutar de hacerlo.
Algo así como Que curioso como he reaccionado ¿porque reaccionaré así?
Si esa actitud hacia uno mismo logramos instalarla, en más que probable que descubramos el placer de pensar, de dudar.
“siempre que enseñes, enseña a dudar de lo que enseñes” – Jose Ortega y Gasset
El placer de mirarnos con curiosidad, de “sospechar” ¿cuántas cosas no sabemos de nosotros mismos?, ¿cuánto hay de reacción si saber muy bien porqué?, ¿cuánto hay de costumbre, de hábito de hacerlo o verlo así?…Eso no significa que siempre no sea algo que necesariamente se tenga que cambiar, solo significa verlo con ojos curiosos. Serán las respuestas de cada uno las que inviten a cambiarlo o no.
Cuanto más y mejor nos conozcamos, más nos acercamos a ser personas más dueñas de nuestra propia vida, que deciden quién son, qué hacen y por qué.
Además, esa actitud de sospecha, de duda, es uno de los mejores antídotos ante comportamientos e ideas rígidas que pueden estar detrás de “dudas obsesivas” que solo buscan certezas, o de asumir certezas con las que puede que no estemos en sintonía.
Queremos así reafirmarnos una vez más en un sencillo llamamiento. Hay que dudar, hay que pensar.
No tengamos miedo a dudar Deberíamos fomentar el valor de ambas cosas, el valor de utilizar esa capacidad que tenemos como seres racionales, que por algo la tenemos, y que está en la base de la libertad. Porque si no pensamos y no dudamos tenemos muchas más posibilidades de ser arrastrados por creencias, fanatismos, necesidades impuestas, autoimpuestas, dejando así de ser libres y autónomos.
Piensa, duda, pero sin olvidar que llegamos a donde llegamos. Si existe una única verdad, una única opción, una única manera de vivir feliz…entonces tendremos que esperar a que tener algún superpoder
Contáctanos para lo que necesites