Responsabilidad y Libertad. Dúo indivisible
Hoy, abordamos y compartimos con tod@s uno de los retos más complicados a los que nos enfrentamos. El aprender a creer y asumir la Responsabilidad que cada un@ tiene respecto de su propia vida.
Un tema apasionante que de una u otra manera nos encontramos en el día a día de nuestra labor clínica, y que cada día está más presente en la realidad social que vivimos.
Nos atrevemos a decir que hoy, más que nunca, es importante lanzar un grito a favor de la importancia de trabajar y educar en la consideración la responsabilidad de tod@s y cada un@, como piedra angular para un sano crecimiento y desarrollo psicológico y social de las personas.
Cuando nos referimos a responsabilidad respecto a la propia vida, nos estamos refiriendo a la responsabilidad hacia un@ mism@ y hacia los demás en todos los planos: las propias decisiones, las propias emociones y los propios errores.
Es más, hablar de responsabilidad es hablar de libertad y bienestar físico y emocional.
Tal vez por eso, nos encontramos en un momento social donde cada día son mas crecientes los problemas de bienestar emocional y físico. De alguna manera se ha instalado la idea de que “siempre hay algo o alguien responsable más allá de nosotr@s”. Y esto, tiene sus consecuencias.
En un alarde de osadía, vamos a tomar prestadas palabras que Friedrich Hayek nos dejó en su libro “Los fundamentos de la libertad”.
“Es indudable que mucha gente está temerosa de la libertad, porque la oportunidad para hacer la propia vida significa también una incesante tarea, una disciplina que el hombre debe imponerse a sí mismo para lograr sus fines”
En definitiva, la tarea de aprender a responsabilizarse de los pasos que se dan y de cómo se dan es una tarea compleja, pero sin duda alguna merece muy mucho la pena.
Vamos poco a poco, porque el tema se las trae.
La Zona de confort de la No responsabilidad.
Primero concretemos a qué nos referimos con No Responsabilidad.
Con No Responsabilidad nos referimos a la tendencia a No asumir la responsabilidad de la propias acciones y de las propias reacciones.
De aquí en adelante haremos uso del concepto de No Responsabilidad para referimos a ello y en contraposición a Responsabilidad. Oséase, asumir la responsabilidad de los propios hechos y reacciones.
Aclarado lo anterior, la No Responsabilidad es una inercia en la que es fácil caer, de hecho, el principio biológico de economía de esfuerzos, de alguna manera impulsa a la No responsabilidad. Si otr@ asume la responsabilidad, eso que un@ se ahorra ¿no?.
Asumir la responsabilidad supone asumir las consecuencias y lo mismo cabe decir de la No responsabilidad, porque tanto en un caso como en otro existen consecuencias.
Si nos vamos a los primeros años de la infancia, es evidente que no queda otra alternativa que otros asuman la Responsabilidad de nuestros:
- Cuidados físicos y afectivos
- Crecimiento
- Nuestra educación
- Nuestras Relaciones
- Etcétera.
La cuestión cambia a medida que se abandona la infancia y se avanza, superando la adolescencia y la juventud.
En ese proceso de crecimiento y desarrollo, se “supone” que uno de los principales aprendizajes está en el entrenamiento para incorporar y asumir la responsabilidad sobre la propia vida y por lo tanto, la libertad de cada cual.
¿Quién no ha reclamado más “libertad” para poder ir donde quería o hacer lo que le apetecía en las etapas de juventud?. Si nos detenemos un poco en este punto y lo revisamos desde el enfoque que aquí estamos planteando:
¿Qué porcentaje de responsabilidad sobre “nuestra vida” estábamos poniendo en la ecuación?, ¿ o solo exigíamos libertad de acción sin asumir esas responsabilidades?.
Sea como fuere y conscientes de los condicionamientos socioculturales de lo que corresponde a cada etapa de vida, lo que queremos destacar y plantear aquí, es lo seductor que resulta que otros asuman la responsabilidad de lo que hacemos y de lo que nos ocurre, aunque eso suponga depender de otras personas o circunstancias, que es la parte “non grata”.
A lo anterior es a lo que nos referimos como Zona de Confort.
Hablar de zona de confort, es referirse a las Rutinas en la manera de afrontar el día a día. Rutinas que llevan a moverse en los mismos entornos y replicar los mismos patrones a la hora de pensar y actuar. Patrones aprendidos y asumidos.
Rutinas que nos limitan.
Antes de continuar, es interesante detenernos aquí y preguntarnos: ¿Cuántas rutinas están presentes en mi día a día?
Muchas de ellas son rutinas/costumbres que nos hacen más fácil el día a día, permitiendo liberar recursos y no tener, por ejemplo que procesar y analizar cada día:
- Cómo prepararme el desayuno
- El trayecto para ir al trabajo, a la universidad,…
- La manera de conducir (cambiar de marcha, girar, aparcar,….)
- Cómo iniciar una videollamada
- Organizar una cena para el fin de semana.
- Y un larguísimo etcétera.
Esto nos parece importante señalarlo, porque las rutinas, en si mismas, son positivas y permiten optimizar los recursos y facilitar el día a día.
Sin rutinas, cada día tendríamos que invertir demasiados recursos en el mero hecho de conducir, por ejemplo.
Por lo tanto la cuestión es poder revisar y replantearnos aquellas rutinas que funcionan más como freno que como ayuda, que generan más malestar que bienestar.
Conviene destacar algo que hemos mencionado un poco más arriba y que puede haber pasado desapercibido. No solo nos referimos a patrones aprendidos en la manera de actuar, sino también en la manera de pensar y de interpretar lo que nos rodea/ocurre.
Lo que acabamos de plantear está detrás de frases de la sabiduría popular por tod@s conocidas, tales como:
“El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”
“No esperes resultados distintos si haces siempre lo mismo”
La experiencia de tratar de cambiar una rutina y aprender nuevas maneras de actuar o de afrontar una determinada situación, comparten un mismo común denominador que hace complicado ese cambio de rutinas: La sensación de inseguridad. Esta puede llegar a ser tan intensa, según lo que se quiera cambiar, que llegue a ser miedo a ese cambio.
Al fin y al cabo, mejor o peor, nuestras rutinas nos son familiares, nos reconocemos en ellas.
Por eso, si tendemos a colocar fuera de nosotros la responsabilidad de como actuamos o de como nos sentimos, esa tendencia no será fácil de cambiar. En otros factores, es la opción más cómoda y “familiar”.
Sin pretender ser exhaustivos, echemos un vistazo a los miedos a la responsabilidad que suelen generar más dificultades.
En este sentido, nos apoyamos en las Ideas Irracionales que Albert Ellis identificó, estudió y que determinó que fundamentan la mayoría de los conflictos y sufrimientos emocionales y psicológicos de las personas.
Los miedos a la Responsabilidad.
Puede que nos cueste asumirlo, pero la responsabilidad asusta.
Si como venimos sosteniendo, la libertad se asienta en aceptar y asumir la responsabilidad, la libertad también asusta.
Esto no es ningún descubrimiento nuevo. Erich Fromm, ya lo apuntó en 1941 en su libro “miedo a la libertad”.
Miedo al Rechazo de los demás.
Como seres sociales que somos, para tod@s es importante el “grupo” y formar parte de él. Ya sea la familia, l@s amig@s, l@s compañer@s de trabajo, l@s vecin@s,… Además, es una de las principales fuentes de bienestar.
En ese sentido, es importante aprender a reconocer al otro y descubrir el mejor modo de relacionarse e interaccionar. Esto implica tener en cuenta que, al igual que nosotr@s, tiene su propia forma de pensar, sus prioridades, sus costumbres, etcétera.
Pero ojo, hemos dicho, “al igual que nosotros”. Por lo tanto, nuestra forma de pensar, nuestras prioridades, nuestras costumbres, y un largo etcétera, también es importante que se tengan en cuentan.
Está claro que en la infancia, NECESITAMOS que nos acepten, nos cuiden y nos colmen de atenciones. Cosa muy distinta es replicar esa pautas de manera indefinida en nuestra vida.
Esa etapa es de aprendizaje y crecimiento, y uno de los aprendizajes más importantes es precisamente ir aprendiendo a ser independientes de esa aceptación, cuidado y atenciones.
Hablamos de ser independientes, no de ser indiferentes a la aceptación, cuidado y atenciones de los demás. Dicho de otra manera, aprender a descubrir que es importante, pero no Necesario.
Si la aprobación y aceptación de los demás se integra como algo necesario para sentirse bien y considerarse “aceptable”, asi como para para tomar decisiones y actuar, serán los demás los que marquen las pautas de como “tenemos que” pensar, actuar e incluso sentir.
Así pues, serán los demás los responsables.
El surgimiento de las redes sociales y su sustrato de “exigencia y necesidad” de seguir una corriente de pensamiento “único” y de reconocimiento, es un factor que potencia en exceso ese temor al rechazo y la tendencia a depender de los demás para fundamentar lo que se hace o piensa.
El riesgo hacia la corriente de pensamiento y comportamiento único está servido
Ese temor al rechazo, a la desaprobación, es un freno que dificulta asumir la responsabilidad y aprender a pensar y actuar por nosotr@s mism@s.
Miedo al Error
El contexto social, cultural y económico en el que nos desarrollamos, no podemos dejarlo aparte. Que duda cabe que la cultura del éxito forma parte de nuestros días.
¿Es importante marcarse retos y luchar para lograrlos? Sin duda. Es más, el crecimiento y la mejora personal piden a gritos que nos marquemos retos y nos esforcemos por conseguirlos. Es la mejor opción para desarrollar nuestras capacidades y alcanzar la mejor versión de cada un@.
De hecho, la meritocracia parece estar en peligro y lejos de ser un principio a erradicar, es importante que se recupere como catalizador del esfuerzo y de asumir la responsabilidad de los pasos dados.
Si por diversas razones, en las que no podemos profundizar aquí, se ha aprendido a no “creerse suficiente” y a tener que demostrar y demostrarse la valía en virtud de actuar siempre perfectamente y ser competente en todo, el miedo al error se instalará y jugará muy malas pasadas.
El miedo al error y al fracaso es un mal consejero a la hora de tomar la iniciativa y actuar.
Siendo prisioneros del error, difícilmente se puede alcanzar la libertar de acción
Afrontar el hecho de tener que tomar decisiones y asumir que el error forma parte del proceso de crecer y desarrollarse, es un estupendo descubrimiento.
Miedo a la Incertidumbre.
Tenemos aquí otra de las trampas en las que se cae con frecuencia.
Una de las funciones del cerebro es la capacidad de procesar y analizar posibles peligros y por lo tanto prepararnos para ello y velar por nuestra supervivencia. Esto hace que el ser humano y la incertidumbre no tengan una de las mejores relaciones y que se trate de reducir todo lo posible.
Sin embargo una cosa es tratar de manejarse con la menor incertidumbre posible y otra muy distinta es exigir tener que moverse solo en la certeza y por lo tanto depender y necesitar estar segur@s como única opción para sentirse bien.
Esta es una de las mayores paradojas en las que nos movemos. No hay nada mejor para vivir en la inquietud y la intranquilidad, que ser esclavos de la necesidad de seguridad.
Exigir o exigirse la seguridad total, es un modo de querer perpetuar el mantenerse siempre en un entorno seguro en el que se ocupen de nosotros y procuren que “nada malo pase”.
Una de la implicaciones más limitantes que puede tener es exigir garantías a la vida, a nosotros mismos, a los demás, al gobierno,…, de que todo irá bien
Esas exigencias nos alejan de asumir que no todo saldrá siempre como esperamos y que la generación de oportunidades y de opciones depende principalmente de nosotr@s.
Estaremos cada día más lejos de ser libres y actuar con libertad, si demandamos y exigimos certezas y que los demás nos garanticen el bienestar.
Miedo al Esfuerzo.
Puede sonar extraño, pero no son pocas las personas que han podido aprender que la vida debe ser fácil y que es tremendo y poco menos que catastrófico que las cosas no salgan como quieren o esperan.
Si lo anterior se ha instalado como aprendizaje y se conforma como filosofía de vida, es fácil que se tienda a exigir que el mas mínimo esfuerzo deba ser recompensado y de no ser así, se reaccione con frustración. Si eso ocurre nos aleja de la responsabilidad de volver a intentarlo, si cabe, con mayor esfuerzo y dedicación.
La vida nada nos debe y por lo tanto lo que consigamos de ella implica necesariamente, salvo improbables golpes de fortuna, que aportemos una buena dosis de ilusión y esfuerzo. En línea con todo lo que venimos planteando, la clave está en asumir la responsabilidad de luchar por aquello que consideremos importante.
Los grandes beneficios de la Responsabilidad.
Tomando prestado el título de la obra de Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, este estriba entre otras cosas de la resistencia a asumir la responsabilidad para con un@ mism@ y su vida.
Así, uno de los grandes beneficios de la tarea de aprender a asumir la Responsabilidad es nada más y nada menos que experimentar libertad. Libertad a la hora de tomar decisiones, de actuar, de sentir, y que es la mejor opción para acercarse a conseguir lo que se quiere.
Como decíamos más arriba, con frecuencia nos exige salir de nuestras Zonas de Confort, pero el beneficio merece muchísimo la pena.
Otro de los grandes beneficios escondidos detrás de la Responsabilidad es la Satisfacción. ¿Por qué?. Principalmente porque aquello que se ha conseguido, se percibe como propio, como un logro propio e irrepetible y eso es un foco de bienestar mucho más intenso y robusto que el hecho de que lo conseguido sea porque otro@s y la “suerte” nos lo aportan.
Y por último, supone el mejor motor de mejora y desarrollo personal. Actuar asumiendo la responsabilidad sobre un@ mism@, en un aprendizaje impagable que nos inocula contra la queja tóxica y nos impulsa a mejorar.
Puede ser complicado el reto de aprender que somos los principales responsables de nosotros mismos, pero una vez experimentado, no hay vuelta atrás. Lo que aporta es tan reconfortante, que ya no se entiende nada mejor.
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