El Efecto Pigmalión: el arte de influir
Tema apasionante y fuente de debates durante muchos años.
Por una parte nos encontramos con quienes defienden el determinismo. Vienen a decir que estamos determinados por nuestra genética, por nuestras circunstancias. En definitiva, algo así como asumir que “uno es como es”, y que nada o muy poco puede hacerse. Vamos, que o has tenido la suerte de ser bendecido con rasgos y dones positivos, o estás fastidiad@ y condenado a la mediocridad.
Uno de los muchos ejemplos puede ser este. Goddard lideró en la Isla de Ellis un equipo encargado de pasar pruebas de inteligencia, el test de Binet, que todavía no había sido validado, a los inmigrantes que llegaban de Europa. Sus resultados “indicaban” que un 80% de los rusos, húngaros, judíos, e italianos que llegaban eran “débiles mentales”. De acuerdo a la corriente de pensamiento de la época, un tanto eugenésica, se asumía que la inteligencia escasa de esas personas se debía a causas biológicas y que por lo tanto transmitirían su estupidez a sus hijos y nietos. Ante tal perspectiva, aquel ose empleó para aprobar la Ley de Inmigración de 1924 que limitaba la entrada de judíos y ciudadanos de sur y del este de Europa para preservar la homogeneidad cultural, social y racial de Estados Unidos. las expectativas sobre aquellas personas no eran precisamente muy favorecedoras.
Aún hoy nos encontramos culturas donde eso se pude ver claramente reflejado, como en el hinduismo y su cultura y estructura social de castas.
Por otra parte posturas menos doctrinales y deterministas, que han creído y creen que la voluntad, el esfuerzo de una persona es lo más importante para poder hablar de su rendimiento y de su capacidad para lograr lo que se proponga. Ejemplos podemos tener miles, pero animamos a que cada un@ piense en algunos que pueda conocer, directa o indirectamente
En esta postura andaba investigando, John B. Watson, padre de la psicología conductista, cuando en 1925 nos dejó uno de los fragmentos más célebres de la historia de la psicología:
“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger —médico, abogado, artista, hombre de negocios y, sí, incluso mendigo o ladrón— independientemente de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados.”
Tenemos que plantear un pregunta que es la “madre del cordero” y entorno a la cual gira todo lo que tiene que ver con este blog: ¿Se actúa igual si se cree en la capacidad del otr@, que si no se cree?, ¿se disponen los mismo medios y los mismos esfuerzos?.
Por eso, no vamos a hacer aquí una disertación teórica ni sociocultural. Vamos a centrarnos solo en la capacidad de que nos pongan frenos o nos impulsen o que seamos nosotr@s l@s que ponemos frenos o impulsamos a los demás, y muchas veces sin apenas darnos cuenta.
Y como está de moda, vamos a abordar todo esto bajo el título del Efecto Pigmalión. ¿por qué?. Vamos a ello.
¿Qué es el Efecto Pigmalión?
Para entenderlo mejor, merece la pena un viaje por la historia de Pigmalión y por sus primeros pasos “científicos”.
El poeta Ovidio, en la obra La metamorfosis, nos presenta a Pigmalión, un escultor que dedicó en cuerpo y alma toda su vida, prácticamente en exclusiva, poco o nada más hacía que esculpir su obra. Una perfecta escultura de la figura de una mujer.
Fue terminar su obra, observarla y enamorarse de ella. La bautizó como Galatea.. Tanto amaba a su escultura, con tanta pasión y tanta devoción que la diosa Afrodita al no pudo menos que darle vida a la escultura, y hacer posible que el amor de Pigmalión se materializara.
Esta historia se ha tomado para explicar como las expectativas y las creencias que una persona tiene sobre otra afectan positiva o negativamente a su manera de actuar, a los objetivos que se plantee.
Desde un enfoque más científico, pero que en la práctica viene a ser lo mismo, los psicólogos Rosenthal y Jacobson, estudiaron en los años 60 el efecto que las expectativas y la forma en la que los maestros se dirigían a los alumnos, influían sobre su rendimiento. De ahí surgió su teoría de la profecía autocumplida, que su propio nombre lo dice todo, “si tu profecía dice que no vas a poder, ya te encargarás de actuar para que se cumpla”
Fue precisamente Rosenthal quien acuñó el término Efecto Pigmalión, de ahí que también se le llame Efecto Rosenthal, tanto da que da lo mismo.
En los años 80, Robert Merton, un sociólogo estadounidense, empleó el termino Efecto Pigmalión para hablar del impacto que las expectativas de los padres sobre los hijos, de los profesores sobre los alumnos, de los jefes sobre los empleados, etc, etc…, tienen sobre su rendimiento. Diremos también que a la viceversa también ocurre.
Esta claro que todos estaban hablando de la enorme y evidente capacidad de influir en el otro.
Así pues, el Efecto Pigmalión, o el efecto Rosenthal, no es ni bueno ni malo, ni positivo negativo. Solo es la evidencia de la capacidad de influir en el otro que tod@s tenemos. Que sea positivo o negativo dependerá de quién y cómo lo experimente.
EFECTO PIGMALIÓN POSITIVO
“Venga, tu puedes”, “eres el mejor papá del mundo”, “podrás conseguir todo lo que te propongas”, “tiene usted un potencial increíble y con trabajo llegará muy lejos”, “eres la mejor”, etcétera, etcétera, etcétera.
Son solo algunos pocos ejemplos de expectativas positivas y saludables que podemos tener sobre otr@s o que otr@s pueden tener sobre nosotr@s. Expectativas, proyecciones que animan e impulsan a esforzarse, a creer en la propias posibilidades y que favorecen muy positivamente la autoestima.
Pero no solo se queda ahí. Quien tiene esa expectativa positiva, apoya con mucha mayor decisión, invierte más energías, recursos y esfuerzos, y motiva más al otro@ a conseguir sus objetivos. Le otorga más oportunidades, al fin y al cabo es lógico, ¡¡¡Está convencido de que puede!!!
Además, suele generarse una relación positiva y más intensa entre “emisor” y “receptor”.
¿Qué más se puede pedir?
EFECTO PIGMALIÓN NEGATIVO
El efecto Pigmalión Negativo tiene su propio nombre, se le ha denominado como Efecto Golem, pero preferimos seguir hablando de efecto Pigmalión negativo. La otra cara de la misma moneda.
¿Qué ocurre si lo que se escucha es?: “lo tuyo no son las matemáticas”, “Es muy difícil conseguirlo, piénsalo mejor”, “muy poc@s lo consiguen, no te hagas demasiadas ilusiones”, etcétera, etcétera, etcétera.
Bien porque los niveles de exigencia son excesivos y sin concretar, o bien porque las expectativas o los prejuicios sobre alguien condicionan, o bien porque hay poca afinidad hacia la otra persona; el caso es que se pueden emitir y proyectar expectativas negativas y poco saludables , provocando que el otro@ desconfíe de sus capacidades y abandone con más facilidad sus retos, o que incluso llegue a no planteárselos y no intentarlo
Lo anterior puede llevar, si las expectativas negativas persisten, a que la persona pierda la confianza en otros aspectos de su vida, mermando su autoestima, y pude incluso llevar a trastornos psicológicos como depresión o ansiedad entre otros. De hecho, nos lo encontramos diariamente en la clínica.
De la misma manera que ocurre con el efecto Pigmalión positivo, quien tiene expectativas , ideas negativas sobre otr@, l@ apoyará con menor decisión, invertirá menos energías, recursos y esfuerzos, y motivará menos al otro@ a conseguir sus objetivos. Le otorga menos oportunidades, al fin y al cabo es lógico. ¡¡¡Está convencido de que no puede!!!
¿Cómo funciona?
De manera muy, muy muy resumida, podemos decir que lo que proyectamos que puede hacer otra persona condiciona a ambos: al otr@ y a nosotros mismos.
Es algo así como hacer nuestro el proyecto que otr@ tiene “para” nosotros, o viceversa, que otr@ haga suyo el proyecto que nosotr@s tenemos la el/ella
Es muy importante decir que las expectativas que tenemos sobre otra persona o las expectativas que otra personas tiene sobre nosotros, no solo se expresan explícitamente en lo que decimos o en lo que nos dicen. Se expresarán también a través del leguaje no verbal: proximidad, tomo de voz, contacto físico, contacto ocular, orientación, tiempo que se hablar del “tema”, …
Probablemente, uno de los ejemplo más claros lo encontramos en las implicaciones y consecuencias que en el comportamiento y desarrollo de muchas personas ha tenido asumir que los niños eran capaces de unas cosas y no de otras, y que las niñas eran capaces de otras pero de unas.
Rosenthal demostró, al estudiar las consecuencias de las expectativas en el aprendizaje, que no había diferencia en el interés y capacidad en el aprendizaje de los alumnos en función del sexo. La diferencia de motivación que tenían los alumnos dependía principalmente del educador.
En todos los casos, el proceso es el mismo: Asumir como cierto y verdadero, lo que uno deja de ser solo la opinión y la expectactiva de otra persona, ya sea esa persona nuestr@ maestr@, nuestro padre, nuestra madre, nuestr@ superior/a, etc, etc…
Pigmalión en el ámbito educativo
En el entorno educativo está cada día más presente entre el profesorado, que el hecho de que unos alumnos respondan mejor que otros en clase, está más relacionado con el trato que reciben por parte de l@s profesor@s, que con sus propias capacidades.
El sencillo gesto o comentario de decir , “a ver, Fulanito, que este es tu fuerte, ¿cómo se resuelve este problema?” o “seguro que Fulanito se lo sabe, que se le da muy bien”, son ejemplos simples de la gran relevancia e impacto que puede tener en el entorno educativo.
Pero como ya dijimos, lo “no verbal” es tan relevante o más que lo que se dice. Nos referimos, por ejemplo a como los tiempos de atención y dedicación que reciben un@s niñ@s respecto a otros, también pueden favorecer o no al alumno.
Cuidar estos aspectos, es fundamental y muy importante para fomentar una formación saludable, donde se alimente la autoestima del alumno, y donde el trabajo y el esfuerzo por superarse sea el principal elemento que se transmita a tod@s por igual.
Por eso es necesario confiar en que tod@s, con trabajo y con esfuerzo, pueden ser mejores estudiante y una mejores persona si se lo propone.
Pigmalión en el ámbito familiar
Cuando un niño percibe, ve y escucha en su entorno que lo consideran capaz, y que lo animan a esforzarse, que le apoyan a que vuelva a intentarlo, a que no pasa nada si no sale, …, muy posiblemente se enfoque con ganas para hacer lo que se propone y que así lo pueda conseguir.
De manera contraria, si al intento fallido de hacer algo, el mensaje es algo así como “ya sabía yo que no podía confiar en ti”, ¿a quien le quedan ganas de hacer nada?
Por eso, no es azar que las personas que son bien influenciadas suelen desarrollar una gran capacidad de esfuerzo y trabajo y disfrutan del aprendizaje, porque tienen una buena opinión de ellas mismas y de sus cualidades. Han aprendido a tener esa buena opinión
Pigmalión en el ámbito laboral
Uno de los principales retos de los departamentos de RRHH, es precisamente impulsar el talento, cuidarlo y mimarlo.
Cada día son más las organizaciones que reconocen que cada emplead@ tiene la capacidad de poner en valor sus recursos y habilidades, y que la clave es generar las oportunidades adecuadas para que pueda hacerlo
El entorno laboral es uno de los entornos donde las expectativas de los demás, principalmente de l@s superiores, influyen más y juegan un papel importantísimo en el desempeño de las personas.
Sobra decir que el efecto Pigmalión es básico para alcanzar y mantenerse en retos profesionales cada día más exigentes. El esfuerzo que se exige, necesita de niveles de motivación nivel top.
Con esto no queremos decir que la persona necesariamente se tenga que ver condicionada por las expectativas de los demás y que son los demás los que deben motivarle. Nada más lejos de eso, la automotivación es esencial, y cada un@ es el último responsable de su comportamiento. Pero precisamente por eso, impulsar al otr@, reforzar aquello que le acerque a sus objetivos, es el principal carburante de que esa automatización sea incombustible.
¿CÓMO FAVORECER LOS EFECTOS POSITIVOS DEL EFECTO PIGMALION?
Siempre preferimos hablar de potenciar lo positivo que de evitar lo negativo, así cumplimos los dos objetivos, porque potenciar lo positivo es la mejor manera de prevenir los negativo.
Aunque no existen recetas mágicas, si que hay algunas cosas que podemos hacer y que nos ayuden en la tarea de realizar nuestra aportación para ayudar a mejorar a los que nos rodean, y de paso a mejorarnos a nosotros mismos.
Lo primero y ante todo, echemos un vistazo hacia nosotros, hacia qué y cómo pensamos respecto de la otra persona, ya sea nuestr@ hij@, compañer@ alumn@, pareja, amig@,… :
- ¿Qué expectativas tenemos sobre el/ella?
- ¿Tenemos algún prejuicio o juicio previo?
- ¿En que fundamentamos lo que opinamos?
- ¿Nos estamos dejando llevar por nuestras preferencias?
- Etcétera
Este primer ejercicio de reflexión, puede ayudarnos a poner de relieve que con frecuencia podemos dejarnos lleva por las apariencias, y las apariencias no engañan, lo que engaña son las expectativas que tenemos en función de esas apariencias. Que nosotros pensemos que alguien no es capaz, eso, no significa nada, solo significa que nosotros pensamos eso y que tendremos nuestras razones, pero nada más.
Por supuestos exactamente lo mismo cabe decir cuando es a la inversa, que otra persona, piense que no somos capaces, es solo eso, la idea de otra persona. Esa persona puede ser quien más nos quiera, pero eso no cambia el proceso.
Es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio. Albert Einstein.
Dicho esto, vemos como podemos impulsar los beneficios del efecto Pigmalion.
- Destaca, realza las virtudes en lugar de los “defectos”
Lo que para un@s es un defecto, para otr@s es una virtud. Esto solo puede ser por una razón, “depende del cristal con el que se mire”.
Precisamente por esto, tratemos de resaltar las cualidades y no los defectos, porque de este modo se sentirán más capaces y podrán marcarse más retos y objetivos.
Así, por ejemplo, si estamos ante una persona con mucha iniciativa, creativa, pero con poca atención al detalle, “despistadilla”, y eso es importante para algunos de los objetivos que tiene que afrontar, mucho mejor destacar sus cualidades: “con lo creativ@ que eres y con tu iniciativa, seguro que se te ocurre alguna idea para que esos despistes pasen con menos frecuencia”, que destacar sus defectos: “eres un desastre, son los list@ que eres y lo estropeas con los pequeños detalles”. Seguramente con la primera opción es más fácil que se ponga manos a la obra para buscar soluciones y mejorar.
- Aceptarse es la mejor manera de crecer.
No existe la perfección, eso ya lo sabemos. Por eso, cuidar las expectativas, es probablemente una de lar mejores cosas que podemos hacer para desarrollarnos y desarrollar a otr@s.
Es muy importante en este sentido, aprender a incentivar al otr@ a ver lo mejor o lo que más le gusta de si mismo. Esto les ayudará a encontrar su espacio de autorrespeto y aceptación, y desde ahí, abordar los retos que se le vayan planteando.
Esto lo dejó claro la sabiduría popular en aquello de “nadie nace aprendido”. Aceptémoslo y hacia adelante!!.
Proponerles retos alcanzables
La mejor opción para influir positivamente y favorecer el desarrollo del otro, ya sea niñ@ o adulto es proponerles retos posibles de alcanzar y ofrecerles apoyo.
Aquí, es fundamental, saber que a veces, no sale a al primera. No pasa nada, se puede volver a intentar, una segunda, o una tercera vez
- Demostrarles que “fracaso” es sólo una palabra
El “fracaso” no solo no tiene por qué ser negativo sino que probablemente es la mejor manera de valorar como se merece el éxito, y sobre todo, valorar que el éxito se “pelea”,c que toca esforzarse y trabajar por él. Este será el mejor camino para que los errores o los fracasos no deriven en frustración y en tirar la toalla a al primer de cambio, sino que sirvan para redoblar esfuerzos.
Y esto vale para todos los planos de la vida, afectivo, profesional, laboral, académico,…
Que la palabra fracaso, signifique no alcanzar o conseguir lo que se esperaba de la menta que se ha hecho. Seguramente de otro modo, podremos conseguirlo.
Ánimo y a ser buen@s pigmaliones, y como lo primero siempre empieza con un@ mism@, pues a tener mucho cuidado con las profecías autocumplidas.
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